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miércoles, 4 de enero de 2012

Mis combates favoritos: The Hart Foundation vs. Demolition, Summerslam 1990

Siempre robo las imágenes, pero hoy se va a notar más. 

Dios, cómo hecho de menos el wrestling por equipos. Por alguna estúpida razón, en las últimas dos décadas hemos ido asistiendo a un progresivo declive de una de las tradiciones más antiguas y venerables del wrestling, aunque hayamos presenciado repuntes puntuales como en la WWE de la Era Attitude (aquel memorable feud a tres bandas entre The Dudley Boys, The Hardy Boyz y Edge/Christian) o en los primeros tiempos de TNA. Sin embargo, de un modo u otro el tag team wrestling se nos va muriendo poco a poco sin que nadie sepamos muy bien por qué. Quizá por decisiones más o menos arbitrarias de genios del marketing como Eric Bischoff o un Vince McMahon cada vez más despistado y senil, que han llegado a la conclusión de que los tag teams ya no interesan a nadie. No cabe duda que estos directivos nos han dado mucho, pero es igualmente indudable que por su culpa perdemos mucho. Y a día de hoy no hay mayor mancha en sus respectivos currículums que el ostracismo al que vienen condenando a esta histórica modalidad de lucha.

Si hay que buscar una década que represente lo opuesto al calamitoso estado actual del wrestling por equipos, esa es sin duda la de 1980, la auténtica era dorada de los tag teams. También en eso los 80 son la mejor década de la historia del wrestling. No hay más que ver los impresionantes rosters de tags que tanto la WWF como la WCW lucían en aquel entonces, y lo bien que supieron aprovecharlos con feuds y combates absolutamente memorables. Y lejos de las dos grandes, también se recuerdan aún hoy los legendarios feuds de los Freebirds y los Road Warriors en la AWA, de los propios Freebirds y los Von Erichs en World Class, de los Sheepherders (conocidos como los Bushwackers en la WWF) y los Fabulous Ones en CWA, de los Midnight Rockers (sí, sí, los famosos Rockers de la WWF) con Buddy Rose y Doug Somers también en AWA y un largo etcétera de maravillosos ángulos y peleas que demuestran que con el correcto booking y tags bien formados y talentosos, el wrestling por equipos puede ser tan interesante, llevar tanta gente a los estadios y hacer tanto dinero como el individual.

Como os he contado en alguna ocasión, mi iniciación en esto del wrestling vino de la mano de la WWF de finales de los 80 y principios de los 90 que en España empezó a emitir Tele 5. Así que mi imaginario en esta materia se formó en torno a los tags de aquella añorada época, y principalmente en torno a la gloriosa Hart Foundation, de largo mi equipo favorito de siempre, hoy como entonces. Aquellas ropas rosas y negras, aquella música tan absorbente con su mezcla de guitarras y sintetizadores, las calaveras y los corazones de su escudo, las gafas de sol y las chaquetas con chorreras... Todo en ellos sugería esa mezcla de dureza y delicadeza que les hacía únicos. Eso es una identidad currada, joder.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Stone Cold, el wrestler definitivo

Lo admito: soy orgulloso poseedor de esa bellísima camiseta.

Es verdad, lo confieso, me costó coger cariño a Stone Cold. Corría 1997 y mis padres se pusieron el Canal Satélite Digital. Yo llevaba cerca de tres años gastándome auténticas fortunas en VHS y revistas americanas con las que mantener de modo precario mi afición al wrestling, acción incomprendida y recurrentemente criticada por mis padres y en general todo mi entorno. Bueno, ahora pasa lo mismo, pero con esto de Internet te sientes menos solo. El caso es que en Sportmanía, un canal de deportes de la mencionada plataforma digital, ponían RAW y en el canal alemán DSF Nitro y Thunder. Las Monday Night Wars estaban en su apogeo e Internet empezaba a dejar de ser ciencia-ficción. Gran momento para ser fan del wrestling.

Ya en aquellos tiempos cualquiera que tuviera ojos en la cara veía que Stone Cold Steve Austin iba a ser la siguiente gran superestrella y que iba a conseguir el campeonato en Wrestlemania XIV. Las ovaciones que se llevaba cada vez que salía eran absolutamente descomunales, y el push que estaba recibiendo iba en consonancia (¡parecía que estaba en todas partes el muy cabrón!). Pero ahí seguían mis dos luchadores preferidos Bret Hart y The Undertaker, además de otros muy queridos por mí como Owen Hart, The British Bulldog o The Legion of Doom (no desde luego Shawn Michaels, ¡cómo le odiaba por aquel entonces!). Aquel calvorota les estaba robando la estrella a todos ellos, y eso era algo que ni entendía, ni me resignaba a aceptar.

Me costaba reconocer en ese redneck feroz y malcarado al luchador que había conocido como Stunning Steve Austin en la WCW de principios de los 90. Recordaba que en la empresa de Ted Turner, Austin ejercía del clásico heel arrogante pero cobardón. Era un gran midcarder, que orbitaba en torno a los prestigiosos títulos USA y TV, que había tenido un par de buenos feuds con Barry Windham y Ricky Steamboat y que había ejercido un digno papel de segundón en aquella saga de Sting contra la Dangerous Alliance. La verdad sea dicha, apuntaba maneras. Pero en modo alguno llegué a pensar que podía levantar a miles de personas de sus asientos con el simple sonar de unos cristales rotos, menos aún ejerciendo de outlaw con pintas de camionero. ¿Qué había pasado para que se operara semejante transformación?

domingo, 11 de diciembre de 2011

Dr. David Schultz

Bad to the Bone!

Se está convirtiendo en costumbre. Cada vez que busco viejos vídeos de mi querida AWA me encuentro con una agradable sorpresa. En esta ocasión he descubierto a un luchador que no conocía, pero que ha pasado a entrar directamente en mi panteón de favoritos: el Doctor David Schultz. Mi primer contacto con Schultz ha sido a través de esta descacharrante promo:


Es de cuando tanto Schultz como su archirrival Hulk Hogan militaban en la mencionada, y añorada, AWA. Y en ella, como habéis podido comprobar, el Doctor llama marica de forma poco velada a Hulk. Los luchadores de la AWA llegaban a San Francisco, ciudad en la que, según Schultz, Hulk se encontraría muy a gusto. Incluso al bueno de Mean Gene Okerlund, amigo íntimo de Hogan como todos sabemos, le cuesta mantener la seriedad y está a punto de partirse de risa delante de las cámaras.

Es una promo que, por lo que he podido comprobar, condensa a la perfección qué tipo de luchador era David Schultz. Un heel puro, malcarado, chulo, marrullero y con pinta de tener mucha calle. De esos que a los niños les encanta odiar y que los adolescentes y los adultos tendemos más bien a admirar. No hay más que ver la viñeta con la que le presentaban a los fans de la WWF, en la que le mostraban como un padre iracundo y autoritario que finalmente acaba incluso echando a los cámaras de su casa. Algo impensable en los tiempos políticamente correctos que vivimos actualmente:


Por los pocos combates que le he podido ver, su personaje tenía extensión en el ring, en el que ejercía como brawler clásico, de esos que pelean duro y no dan cuartel al rival, que usan objetos y muerden a sus oponentes. Es verdad, ninguna pelea de las que he visto es como para tirar cohetes. Pero siento debilidad por este tipo de luchadores, que quizá nunca alcanzan la excelencia, pero generalmente tampoco aburren. Y sobre todo, me gusta porque Schultz es de esos luchadores que son capaces de hacer que su gimmick tuviera sentido dentro y fuera del cuadrilátero. Disculpadme pero uno es un aficionado old school y echo de menos a este tipo de wrestlers.

Como tantos otros luchadores de finales de los 70 y principios de los 80, David Schultz aprendió el oficio dando tumbos por las diferentes promociones que entonces componían el sistema de territorios, en los que fue labrándose poco a poco un nombre. Destacando en Canadá y algunas promotoras sureñas, a Schultz le llegó su gran oportunidad primero en la AWA (por aquel entonces aún la liga más importante de EE.UU.) y pocos años más tarde al ser uno de los primeros fichajes del entonces joven y ambicioso Vince McMahon para su proyecto de expansión nacional de su empresa, la WWF.

La verdad, no me extraña que McMahon se fijara en Schultz, porque parece haber nacido para pelear en la WWE. Es de ese tipo de wrestlers carismáticos, espectaculares y capaz de cortar promos incendiarias que tanto le gustan al tito Vince. No resulta sorprendente por tanto que en la WWF recibiera un gran push y se situara con rapidez entre los top heel de la empresa, alineándose con ese fabuloso semi-stable que conformaran Roddy Pipper, Paul Ordnorff y Bob Orton, quienes por aquel entonces se alzaban como la mayor amenaza para los top face de la WWF, Jimmi Snuka y el indiscutible campeón y gigantesco draw Hulk Hogan. De hecho, Schultz llegó a disputar un combate contra el gran Hulk por el título en Minneapolis*, en junio de 1984:


Y os preguntaréis, ¿cómo es posible que siendo un luchador que estaba siendo tan importante y que estaba destinado a serlo aún más no sea más conocido a día de hoy?, ¿cómo puede ser que un aficionado veterano al wrestling como yo haya tardado tanto en conocer la existencia de David Schultz?, ¿por qué no está Schultz entre los luchadores más recordados de la década de los 80?

Por desgracia, la carrera de Schultz se truncó cuando tocaba la cima con la punta de los dedos. Como en la canción de Metallica, un momento de furia dio al traste con todo. Era diciembre de aquel año de su consagración, 1984. John Stossel, un popular reportero del programa informativo 20/20 de la cadena estadounidense ABC (algo parecido a "España Directo", aunque más serio) estaba realizando un reportaje sobre el wrestling profesional. Cabe recordar que entonces, al calor de la Hulkmania, el wrestling estaba experimentando un auténtico boom de popularidad en los Estados Unidos, pasando de entretenimiento marginal a fenómeno mainstream. Como todo buen programa de actualidad, 20/20 quiso sacar provecho, para lo cual encargó a Stossel un reportaje que mostrase al gran público los secretos del wrestling. Vamos, un patético intento por demostrar lo tontos que somos los fans del mundillo por creernos que el teatro del ring es tan auténtico como el boxeo. Algo así como convencer a los aficionados a la magia de que los magos no tienen poderes reales, sino que hacen trucos. Típico de quién cree que sabe más que los demás pero en realidad no entiende nada.

Sea como fuere, Stossel quiso hacerse el periodista intrépido y se introdujo en el backstage de un evento de la WWF en el santuario más querido de la compañía, el Madison Square Garden de Nueva York. En un alarde de valentía preguntó a Schultz si el wrestling era falso. Y la respuesta de Doctor Dave fue tan contundente como ruinosa para su carrera.


Las imágenes de Schultz abofeteando a Stossel dieron la vuelta al país, siendo reproducidas por todos los telediarios estadounidenses. Doctor Dave fue suspendido por la Comisión Deportiva del Estado de Nueva York y al poco tiempo despedido de la WWF, que en buena lógica quiso quitarse de encima una mala publicidad que podía haber hecho tambalear sus planes de crecimiento. Y esa es la razón de que Dr. Dave sea hoy casi un fantasma en la historia del wrestling: la WWE se ha empeñado en borrar su figura de la memoria histórica, supongo que para que el tristemente famoso incidente no le vuelva a crear problemas de imagen. Más o menos lo mismo que ha sucedido con Chris Benoit, aunque sus acciones no sean ni remotamente comparables.

Schultz clamó mil veces que habían sido los propios oficiales de la WWF quienes le habían ordenado golpear a Stossel. Después se ha rumoreado que la verdadera causa de su despido fue una pelea real con Mr. T en el vestuario. No sé. Uno es fan de la teoría de la conspiración, y hechos tan extraños como este siempre darán pie a todo tipo de elucubraciones. Pero los años y el oficio científico me han enseñado que a menudo la explicación más sencilla es la más correcta. Así que si me preguntáis os diré que en mi opinión lo único que sucedió fue que a Schultz se le cruzaron los cables en el momento y el lugar menos adecuados. Y en la sociedad en la que vivimos y en un negocio como el wrestling este tipo de errores se pagan muy caros.

En fin, tras el desgraciado incidente del Garden Schultz trató de volver al wrestling, pero ya nunca fue lo mismo. El golpe a Stossel le perseguiría para siempre, viéndose obligado a retirarse poco tiempo después. Pasó el resto de su vida laboral ejerciendo el oficio de cazarrecompensas, algo que en España nos suena tremendamente extraño, pero que en EE.UU. es bastante habitual. Y que nos demuestra que, en efecto, David era un tipo verdaderamente duro.

 
Una historia trágica, también para nosotros los fans, que nos perdimos a un gran luchador cuando aún estaba en la plenitud de su carrera. ¿Dónde hubiera llegado Doc Dave si no se llega a cruzar John Stossel en su camino? Bueno, hacer hipótesis al respecto es jugar a la historia ficción. Desde luego, decir que nos perdimos a otro Hulk Hogan sin duda es exagerar. Pero no creo equivocarme si digo que Schultz tenía hechuras más que suficientes para ejercer de heel midcarder y puntualmente main eventer durante muchos años. O sea, que podría tener el estatus de un Roddy Pipper, un Greg Valentine o un Don Muraco. Vamos, de leyenda y Hall of Famer en toda regla. Por desgracia, ya nunca lo sabremos.

Quede al menos este homenaje para que, por mucho que se esfuerce Vince McMahon, su figura no se pierda en las nieblas de la memoria. Grande el Dr. David Schultz.

*: Nota friki. Esa velada era importante por ser la primera en la que la WWF hacía en Minnesota, territorio base de la AWA, que como hemos dicho hasta entonces había sido la promoción más importante de los USA. Vince estaba entonces saltándose la regla que prescribía que cada territorio era coto privado de una empresa, o sea que imaginaos lo que suponía "invadir" la ciudad de tu rival y hacerlo con dos ex luchadores de la AWA combatiendo por el título máximo de la WWF como cabezas de cartel. Toda una declaración de intenciones, por no decidir una sacada de churra, con la que Vince mandaba un mensaje claro a todas las promociones rivales: los tiempos han cambiado, voy a por todas.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Ricky Steamboat “The Life Story of a Dragon”, una crítica



Incluso un entretenimiento como el wrestling admite pluralidad de gustos. Hay tantos gustos como estilos de lucha diferentes. Algunos prefieren a los luchadores más ágiles y técnicos, otros los grandes y fuertes, otros tantos los espectaculares y carismáticos, y otros como yo preferimos una adecuada combinación de todas estas virtudes. Es difícil encontrar un luchador que todos, absolutamente todos los aficionados coincidamos en admirar y señalar entre nuestros favoritos. Pero si hay uno ese es sin duda Ricky Steamboat.

Como casi todos los fans españoles de mi edad, tuve mi primer contacto con el mundillo en 1990, de la mano de Tele 5. Así que conocí a Ricky Steamboat en su peor etapa, cuando, en uno de sus muchos momentos poco inspirados, Vince McMahon contrató a uno de los más grandes de la historia para llevar un ridículo disfraz y escupir fuego. Aún así, su estilo dentro del ring nos cautivó. Poco después, en un especial navideño, nos ofrecieron su legendario combate con Randy Savage en Wrestlemania III y ya para siempre se clavó en mi retina. Tras su marcha de la WWF seguí su carrera en las Pro Wrestling Illustrated que me compré en aquel tiempo (y que me costaban una pasta, aunque a cambio aprendí mucho inglés intentando entenderlas), alguna de las cuales incluía un especial de Ricky. Allí me enteré de su mítica rivalidad con Flair y de la admiración unánime que despertaban los combates entre ellos, así como de otros feuds legendarios anteriores y posteriores. Por supuesto me esforcé en conseguirlos, gastándome otro dineral en el proceso, algo que en la era de YouTube parece un poco estúpido, pero que en aquel entonces era la única manera de mantener la afición.

En general parece estúpido gastar dinero en comprar cualquier cosa original en estos tiempos (salvo a Sinde y demás tiburones de la SGAE claro está), pero cuando vi que en Silvervision tenían el DVD de Ricky en oferta no me lo pensé. Y creedme que fue un dinero bien gastado.


Desde que vi esto siendo un canijo, no he podido olvidarlo

Este The Life Story of a Dragon tiene la estructura clásica de los DVD editados por la WWE: un primer disco ocupado por un documental y algunos extras, y otros dos llenos de combates. El docu, todo hay que decirlo, dista de ser el mejor que ha editado la empresa de Connecticut. Es bastante corto y en general demasiado apologético, pasando de puntillas por aspectos polémicos, como las razones por las que Steamboat no renovó por la NWA en 1989, tras su antológico feud con Ric Flair. Quizá lo que más aporta es la verdadera razón por la que Ricky perdió con tanta rapidez el título Intercontinental ante un wrestler tan menor como The Honky Tonk Man. Al parecer el siempre familiar Ricky pidió a Vince un tiempo de descanso para poder estar con su esposa durante el nacimiento de su primer hijo, lo que equivalía a renunciar al cinturón Intercontinental.

En general esta es una idea que se repite varias veces en el documental: si Ricky ha acabado un pasito por detrás de los grandes nombres de este negocio pese a su descomunal talento, y a contar con una gran popularidad entre los fans, es porque siempre prefirió mantener una vida familiar sana a alcanzar la cima a toda costa. Al contrario que otros, eligió pasar más tiempo con su esposa y su hijo en vez de estar 300 días al año en la carretera. Además, tomó la sabia decisión de retirarse mientras aún era relativamente joven. Eso ha preservado su cuerpo del maltrato de las lesiones, el dolor constante, los calmantes y los esteroides, lo que por fortuna hace poco probable que su nombre engrose la tristemente larga lista de luchadores muertos antes de tiempo. En fin, un tipo con cabeza, aunque eso le haya costado no estar más alto en el Olimpo del wrestling.

El primer disco se completa con una serie de promos y viñetas extras con entrevistas cortadas del documental. Respecto a las primeras, están bien escogidas y son representativas del personaje, habida cuenta de que el micro nunca fue su fuerte. Las segundas, como casi siempre, sobran por completo y no aportan absolutamente nada.

Aquí en el momento cumbre de su histórica carrera... Que bonito es ese jodido cinturón.

De todos modos, si uno se compra un DVD de Ricky Steamboat es por los combates, y en efecto en esto las expectativas se colman de sobra. Las peleas oscilan entre lo muy bueno y lo absolutamente sublime. La selección es casi perfecta, estando todos los combates que han definido la carrera de este gigante del ring. Mi única duda es la pelea con Don Muraco, porque con la fama que tiene su feud me extraña que sea la mejor posible, pero como no he visto otras de la serie he de dejarlo aquí. Por otro lado, destacar el combate con Jake Roberts, un prodigio de psicología y storytelling, como no podía ser de otro modo teniendo en cuenta los implicados. Le hace a uno añorar tiempos mejores.

La verdad es que ver luchar a Steamboat es una auténtica delicia. Su elegancia y fluidez de movimientos son asombrosas. El mejor armbar, el mejor flying bodypress y el mejor inside cradle de la historia, entre otros muchos moves de una plasticidad tremenda. Cada combate, además, es distinto al anterior, como si repetirse fuera pecado. De hecho, creo que en cada pelea se saca un movimiento que no le habíamos visto en ninguna de las anteriores. La pera, vamos. Pero si algo distingue a un titán como Steamboat de muchos spotmonkeys x-divisioneros de hoy es que todo ese despliegue de talento se pone en todo momento al servicio de la historia que se quiere contar. Cada rival y cada combate tienen su ritmo, su psicología, su punto justo, su sentido propio. Wrestling puro, le pese a quien le pese. En esto Steamboat era un auténtico artista.

 ¿El mejor feud de la historia? Sí.

Por supuesto, las dos mayores joyas del DVD son sendas peleas de una hora con su archirrival Ric Flair. La primera, de Boogie Jam 1984, sin duda pertenece a otra época. Nada menos que media hora se tira Flair intentando librarse de un headlock de Steamboat, y en ningún momento te aburres. Una habilidad que, maldita sea, se ha perdido hoy día. La única pega es que está sobrecomentado por Steamboat y Matt Striker, que hablan de todo menos del combate, distrayéndote de lo que sucede en el ring. Tenían que haberlos dejado como comentarios alternativos. Por cierto que entre las muchas cosas de las que hablan, algunas más interesantes que otras todo hay que decirlo, está lo que parece el enésimo shoot a Hulk Hogan. Y digo parece porque el siempre elegante Steamboat no explicita el nombre del aludido.

El otro es el combate a tres caídas de Clash of the Champions VI, segundo de la mítica trilogía de 1989, y casi desde cualquier punto de vista la mejor pelea de todos los tiempos. Insisto, desde casi cualquier punto de vista, este combate tiene de todo y todo bueno: emoción, técnica, psicología, violencia, storytelling, ritmo, spots… y hasta un final de auténtico infarto. Sesenta minutos que se hacen tan cortos que te hacen incluso anhelar más.

 Ricky en sus años mozos

¿Y qué decir del combate con Randy Savage en Wrestlemania III? Ya no es sólo que robaran el show en un día que estaba destinado a que todo girase en torno a la rivalidad entre Hulk Hogan y André El Gigante (que de todos modos también entraron en la leyenda en aquella velada), sino que se permitieron ofrecer el que quizá sea el combate más influyente de la historia del wrestling. En cuestión de ritmo e intensidad desde el primer hasta el último minuto Savage y Steamboat no es que subieran el listón, es que lo hicieron saltar por los aires. Basta ver los combates que se hacían antes y cómo empezaron a hacerse después. A día de hoy muchas otras peleas la han superado en la lista de las mejores de siempre, sobre todo por los escasos quince minutos de los que dispusieron estos dos grandes. Pero sin ella, todos esos combates posteriores no hubieran sido posibles, incluyendo los del propio Steamboat con Ric Flair en 1989.

El último combate es el que disputó con Chris Jericho en Backlash 2009, después de su breve regreso de aquel año. Es un gran combate y en absoluto sobra, pero se nota muy mucho que Steamboat llevaba 15 años retirado. Casi hasta el último momento aguanta bien el tirón y demuestra que el que tuvo, retuvo. Pero ya hacia el final se le ve absolutamente agotado e incapaz de hacer los moves. Aún así, gran esfuerzo de ambos genios.

En resumidas cuentas, un DVD auténticamente imprescindible para todo aficionado a Ricky Steamboat. O sea, para todo buen aficionado al wrestling. No lo dudéis ni un segundo y haceos con él, malditos.

domingo, 13 de noviembre de 2011

10 razones...


... Por las cuales Ric Flair es el mejor luchador de todos los tiempos.

1) Es el luchador más versátil que ha existido. Era capaz de adaptarse a todos los estilos: a combates más técnicos, a otros más "guionizados" (o sea, más basados en la épica y en el storytelling), a brawls, a peleas multitudinarias, a todo tipo de gimmick matches... ¡Y siempre se sacaba un combatazo de la manga!

2) Por esa misma razón, ha hecho lucir a los rivales mejor que ningún otro. Es increíble la capacidad que tenía Flair de llevar a cualquier tipo de rival y sacarle lo mejor de sí mismo, ya fuera un técnico depurado, un gigantón, un high flyer, un brawler... No hay un tipo de luchador con el que no pareciera tener química.

3) En consecuencia, es el luchador que mejor vendía de la historia. Nadie ha hecho más creíbles y estéticos los golpes de sus oponentes, nadie nos ha hecho creer más y mejor en lo que pasaba dentro de las 12 cuerdas. Quizá el Shawn Michaels de los 2000 y el mejor Bret Hart han podido hacerlo igual de bien, pero no durante tantísimos años como Slick Ric. 

Dos macroleyendas dando una lección.

4) Con diferencia, ha sido el luchador que mejor ha manejado la psicología de ring. Ningún otro ha sabido darle a cada público, a cada rival y a cada combate lo que más necesitaba para hacerlo grande, ningún otro ha sido tan hábil extrayendo reacciones del público.

5) Poseía una técnica luchística más que competente. Sin llegar a ser tan extraordinariamente talentoso como un Kurt Angle, un Chris Benoit, un Ricky Steamboat o un Bret Hart, tenía un repertorio muy decente y lo ejecutaba con una elegancia y una limpieza que pocos han igualado. Es verdad que a veces podía parecer repetitivo, pero cuando la ocasión lo requería se sacaba unos cuantos ases nuevos de la manga, al menos en sus mejores años.

6) En cuanto al micro puede mirarse con cualquiera de los más grandes sin pestañear: Superstar Billy Graham, Roddy Pipper, Dusty Rhodes, Stone Cold, The Rock... no creo que ninguno de ellos sea mejor que el Nature Boy. Además, como dijo Triple H en el (por otra parte recomendadísimo) DVD Ric Flair and The Four Horsemen, Flair era tremendamente versatil: podía ser divertido, volverse loco, intimidar, ser el más chulo del lugar, mostrarse como un heel cobarde o como un heel fiero, como un face admirable... ¡o como el más despreciable del universo! 

¿Y las catchphrases?, ¿hay alguien que haya producido más lemas míticos y tan molones como él? “I'm a limousine ridin', jet flyin', kiss stealin', wheelin' dealin' son of a gun", "diamonds are forever, and so are The Four Horsemen","to be the man, you've got to beat the man!", "I'm the dirtiest player in the game"... ¡y tantas otras!

Para los escépticos, aquí os dejo unas pocas pruebas.


Hay veces en las que me tiro horas viendo viejas promos de este gigante.

7) Aunque su gimmick no es nada original, antes que él lo portaron Gorgeous George, Buddy Rogers y Nick Bockwinkel, sin duda ha sido quien mejor lo ha lucido, entre otras cosas porque como todos sabemos es una extensión de su propia personalidad. Verdaderamente Ric es el golfo, putañero, borrachín, juerguista dandy que aparenta ser. Es más chulo que The Rock, tan duro y bebedor como Steve Austin, más elegante que Rick Steamboat, más pendenciero que Roddy Pipper, más competitivo que Triple H, más infantil que el Shawn Michaels de los 90, más arrogante que Randy Savage y luce más su dinero que Alberto Del Río y Ted Dibiase juntos. ¿Quién no ha querido ser como él alguna vez?

8) Nadie, repito, nadie, nos ha dado tantísimos buenos combates, ni siquiera Shawn Michaels. La lista de combates de cuatro y cinco estrellas de este hombre es interminable. Con Harley Race, con Nikita Koloff, con Rick Steamboat, con Lex Luger, Sting, Kerry Von Erich, Terry Funk, Dusty Rhodes, Barry Windham, Magnum T.A., Antonio Inoki, Vader, Randy Savage, Roddy Pipper, Ted Dibiase, Rick Martel, Eddie Guerrero, Triple H, The Undertaker, HBK... ¡Inimitable!

9) Con la posible excepción de Hulk Hogan, ningún otro luchador ha participado en tantos feuds e storylines míticas. Sus feuds con Harley Race, con Dusty Rhodes, con Rick Steamboat, con Terry Funk, con Sting, con Hulk Hogan... la "retirada" tras el ataque de Bob Orton y Dick Slater, la formación de los Four Horsemen, el asalto a Dusty Rhodes en un parking, el intento de robarle la chica a Jimmy Garvin, la aparición en WWE con el viejo cinturón NWA, la victoria en el Royal Rumble 1992 saliendo en primer lugar, el montaje con las fotos de Miss Elizabeth para poner celoso a Randy Savage antes de su combate en Wrestlemania VIII, la pelea contra Vader en Starrcade'93 que consiguió salvar la WCW, la guerra contra la NWO, aquel épico regreso tras más de un año marginado de WCW por Eric Bischoff, la saga Evolution, la storyline de su "retirada" en 2008 con aquel increíble combate de Wrestlemania XXIV y la despedida más emocionante de todos los tiempos, que a este que escribe le hizo derramar unas pocas lágrimas... Tantos y tantos momentos mágicos...    

El momento en que todo debió acabar...

10) Porque es el alma y único elemento constante del primer y mejor stable que ha existido: los Four Horsemen. Y un carajo para la NWO, D-Generation X y cualquier otro, los Horsemen, especialmente los de los 80, son lo más grande que ha habido y habrá.

Qué queréis que os diga, a lo mejor estoy ciego de admiración por él, pero cada día que pasa soy más fan de  Ric Flair. Como Loquillo con los Stones, no fue al principio santo de mi devoción, hulkmaníaco convencido como era de niño (de siempre en EE.UU. había una especie de "guerra fría" entre fans de Hogan y de Flair, algo así como ser de los Beatles o de los Stones). Pero según he ido creciendo me ha ido conquistando más y más... Y aún lo hace.

Eso sí, he usado el tiempo pasado porque me resisto a creer que este hombre al que tanto admiro siga empeñado en subir a un ring, pisoteando su leyenda. Ya su storyline de retirada en 2008 llegó dos años tarde,  pero consiguieron que fuese tan fabulosa... ¡me parece increíble que habiendo logrado acabar así, el sueño de todo profesional, lo haya estropeado volviendo una vez más!

¡Imposible tener más clase! 


En fin, es tan grande que se lo perdonamos todo. Porque por mucho dinero que le demos, jamás le conseguiremos corresponder a todo lo que nos ha aportado. 

¡¡¡WOOOOOOOOOOO!!!

sábado, 22 de octubre de 2011

La prehistoria de Ric Flair


Otro paréntesis en mi larga saga sobre TNA. Buscando viejos combates de la AWA, una de mis promociones favoritas de siempre, he encontrado lo que parece ser el primer combate del gran Ric Flair. Y aunque ya se aprecian algunas maneras que con el tiempo le convertirían en mito, me he quedado boquiabierto al ver lo barrilete que estaba. Había visto algunos combates y promos de 1975 y 1976, pero nunca imágenes en las que estuviese tan gordo. ¿Es que adelgazó después de su famoso accidente de avión de 1975? Flair ha dicho muchas veces que aquel desafortunado castañazo le cambió la vida, puesto que los médicos le dijeron que no podría volver a luchar, a lo que él respondió redoblando sus esfuerzos por ser una estrella. El resto es una historia que continua incluso hoy día. 

¿Alguien más tiene o ha visto combates de aquella época que nos permitan confirmar o desmentir la mayor?

miércoles, 6 de julio de 2011

Un tópico (no tan) manido: la ausencia (o no) de competencia de la WWE


Sí, es un debate al que se le ha dado mil vueltas, pero que no deja de ser central a la hora de reflexionar sobre el estado actual, más bien crítico, del wrestling en general y de la WWE en particular. Como todos sabemos, la actual WWE, antigua WWF, es la última gran promoción de lucha libre a escala mundial. Sí, todavía quedan empresas importantes en México, Japón y Puerto Rico, países de una fuerte tradición local. Pero ninguna se encuentra en condiciones de competir con WWE, ni siquiera en sus propios territorios. Vince McMahon, dueño de la WWE y emperador mundial del wrestling, acabó en 2001 una carrera que empezó veinte años antes, cuando se hizo cargo de la empresa que fundó su padre: el paso de ser una promotora local a dominar el entero negocio del wrestling. Quizá ahora ese sueño, como todos los deseos largamente aguardados, se esté tornando en pesadilla una vez cumplido.

Los 80 y 90 fueron, casi sin discusión posible, las dos mejores décadas de la historia del wrestling. Aunque la vieja era de los territorios y la NWA proporcionó incontables horas de diversión y entretenimiento, no es menos cierto que sumió al negocio en una confortable parálisis de varias décadas. Conformándose con contentar al casi cautivo público local, las empresas jugaban sobre seguro, apenas arriesgaban. Cuando a principios de los 80 Vince Mc Mahon Jr. decidió expandir nacional y mundialmente su empresa, el resto de promotoras se lanzaron a competir tanto con la poderosa WWF como con sus vecinos, tratando de hacerse un hueco o simplemente de sobrevivir. Ello generó una dinámica de innovación y riesgo en todos los aspectos del negocio que benefició principalmente al espectador. En los 90, aunque a escala más reducida, las famosas Monday Night Wars que enfrentaron a la WWF y a la WCW del multimillonario Ted Turner, con la modesta ECW como tercer invitado, nos proporcionaron otro buen puñado de momentos memorables y varias revoluciones en el mundillo. En ambos casos la historia fue la misma: la competencia fue el motor que impulsó a las empresas a presentar el mejor producto posible al aficionado. Y en ambos casos, la WWF se alzó con una victoria absoluta que dejó a la competencia fuera del negocio.

En una sociedad capitalista como la nuestra la competencia suele tener un resultado cruel para los derrotados: la desaparición. Y así, los 80 terminaron con el cierre de promociones legendarias como AWA, WCCW, GCW, UWF, CWA, CWF, WWA o Stampede Wrestling, así como la desaparición en la práctica de la NWA. En los 90, la WWF consiguió incluso adquirir su archirrival WCW (último vestigio de la era dorada de la NWA) y a la revolucionaria ECW. Ya como WWE, la empresa de los McMahon parece haberse proclamado único heredero legítimo de toda la gloriosa historia del wrestling USA, reconociendo el legado de sus antiguos rivales, promocionando a sus leyendas como si fueran suyas (introducción en Hall of Fame incluida), programando en su canal y sus DVD's los productos que un día luchó por hacer desaparecer, haciendo incluso públicas referencias en sus programas -como la que en 2007 hizo en un Smackdown! MVP, recordando los grandes nombres de la NWA que habían conquistado el campeonato USA que acababa de ganar-, algo que, curiosamente, en el pasado se esforzaba en negar. Liberada de los rigores de la batalla, la WWE (cuyo respeto por la historia viene de lejos, todo hay que decirlo) parece alzarse como un universal del wrestling norteamericano, como el resultado final de una larga evolución del negocio de la que, finalmente, ella misma fuera a la vez resultado y protagonista.

Verne Gagne: Vince arruinó el negocio de mi vida, pero al menos me introdujo al Hall of Fame

Y sin embargo, cuán lejos está la actual WWE ya no de su propia historia, sino de cualquiera de las empresas cuyo legado atesora. Y el hecho de la falta de competencia con rivales de su mismo negocio es, aunque fundamental, sólo un aspecto del problema. Porque en el capitalismo la competencia de las empresas jamás termina. Pero, ¿contra quién compite la WWE entonces si ha conseguido destronar a toda promoción rival? Compite contra sí misma, contra su historia, contra los ratings, contra el progresivo desinterés de un público que percibe el descenso de calidad en el producto, contra sus anunciantes y patrocinadores, contra sus accionistas, contra otros iconos de la cultura pop. Y ese es el problema. Cuando la competencia venía del propio campo del wrestling, la WWE y el resto de empresas se esforzaban por agradar al público del wrestling o atraer a nuevos públicos al wrestling. La actual WWE, en cambio, se comporta como una gran corporación, guiada por una constante necesidad de expansión, beneficio, acumulación de capital. Se mueve por números abstractos, por ratings, la compra de PPV's, el valor de sus acciones, los resultados contables semestrales, la venta de merchadising. Y ello está determinando una política respecto al wrestling muy diferente, y en mi opinión muy perjudicial.

Por supuesto, no me engaño respecto a la presencia del factor económico en pasadas eras del wrestling. Claro, el dinero siempre ha sido importante, que se lo pregunten si no a todas las promociones que la WWE ha apartado del negocio. Sin embargo, antaño el wrestling era mayormente un negocio familiar y vocacional. Las promociones nacían, fundamentalmente, movidas por la pasión por el mundillo, un espíritu que hoy sólo se conserva en las Indys. De hecho, la mayoría eran propiedad o estaban dirigidas por luchadores antiguos o incluso en activo (la AWA de Verne Gagne o la WCCW de los Von Erich son dos buenos ejemplos), por familias de empresarios muy ligadas al wrestling (los Crockett, los mismos McMahon) o fans del mismo (caso incluso de la WCW de Ted Turner). Promotores, productores y luchadores formaban un equipo, casi una familia, cuyo objetivo común era ganarse a los fans antes que amasar dinero, como refleja por ejemplo la ECW original. Y aunque a partir de los 80 Vince impuso la cruda realidad de la competencia empresarial al mundo del wrestling, hasta fechas muy recientes incluso las gigantes WCW y WWF peleaban por imponerse como la mejor empresa de wrestling de todas. La dictadura de la WWE ha cambiado radicalmente este panorama.

En una especie de ironía histórica, la WWE actual representa una especie de regreso al antiguo sistema de los territorios, en tanto que casi monopoliza un público cautivo. Sin embargo, hay dos diferencias fundamentales. Una, evidente, de escala, pues hoy la WWE domina TODO el wrestling mundial. Otra, cualitativamente más importante, de orientación, ya que el énfasis se ha desplazado del wrestling al dinero. Sin competencia dentro de su campo, la WWE ha pasado a ser un monstruo devorador que necesita, como toda gran corporación, hacer crecer continuamente su capital. Más houseshows, más PPV, más programas, más merchadising, más luchadores, nuevas oportunidades de negocio (nuevos rosters, películas, incursión en el fútbol americano, el culturismo, etc.). Las decisiones pasan, así, a ser de corto plazo. La velocidad se acelera. Cada nuevo rating puede suponer un cambio de orientación en el producto, un despido, un PPV cancelado o un cartel cambiado. Las frías cifras mandan, y mandan mucho, en la nueva WWE, y esa es, en mi opinión, una de las razones de su errático comportamiento en estos últimos años, en los que unos pocos momentos históricos y combates memorables se alternan con una mayoría de producto plano y aburrido, previsible, seguro.

Uno de esos pocos momentos históricos de los últimos 10 años. Huelga decir más...

La WWE se repliega sobre sí misma, de manera que cada producto sirve para promocionar a otro: los programas semanales para vender PPV, los PPV para vender merchadising, el merchadising para fidelizar a la audiencia a los programas semanales. En WWE aún se preguntan el por qué del fracaso de la reintroducción de los recuperados Saturday Night's Main Event, cuando la mayoría de los aficionados lo sabemos de sobra: porque, al contrario de sus predecesores de los 80, no ofrecen algo único y excitante, sino que forman parte de la gigantesca rueda cotidiana de la WWE. No ofrecen nada diferente a los PPV o los programas semanales. Sólo se esfuerzan en promocionar libros y películas patrocinados por la marca madre, en vender el siguiente PPV, en enseñar al famoso o la leyenda de turno como medio facilón de aumentar los ratings (y por tanto aumentar sus ingresos por TV). El aficionado fiel percibe esto y se queja, el público en general no se siente suficientemente atraído como para entrar a este fascinante mundo. Y así, el negocio se resiente, el público es menor y todo el wrestling, nos guste o no, pierde en su conjunto.

Por supuesto, el volumen de negocio de la WWE es tan grande que puede mantenerse sobradamente incluso durante décadas de esta forma, aunque acabe arrastrando a todo el wrestling. ¿Perdemos público en EEUU? Bien, lo compensaremos buscando nuevos mercados en Europa, Asia y Latinoamérica. O invirtiendo en cine, en multimedia, en reality shows, en otros espectáculos. Y siempre habrá un mínimo mercado cautivo que conformará una base rentable. Mientras el único enemigo de WWE sea la propia WWE parece difícil que estas tendencias negativas cambien. Y dada la extrema dificultad en que otra empresa de wrestling (véase si no la triste andadura de Wrestling Society X pese a estar respaldada por la poderosa MTV y la incapacidad de TNA para siquiera acercarse a las cifras de la WWE incluso con un roster plagado de estrellas como el actual) se establezca como competencia a corto, medio e incluso largo plazo del gigante de Conneticut, parece que la única manera en que la WWE vuelva a ser lo que fue es que, verdaderamente, respete la historia que dice representar y recupere su sentido como empresa de wrestling.

lunes, 4 de julio de 2011

Sobre la incapacidad de la WWE para generar nuevas estrellas


Wrestlemania 23 supuso la confirmación de una preocupante tendencia, especialmente para WWE pero extensible al wrestling en general, que venía observándose desde hace ya bastante tiempo. En los tres combates que suponían el plato fuerte de la edición del evento anual más importante del mundo del wrestling, las estrellas jóvenes, las supuestas portadoras del presente y futuro de la empresa, fueron incapaces de arrancar de los más de 80.000 asistentes al Ford Field de Detroit los mismos aplausos que las leyendas consagradas (e incluso sagradas). En la ultrapromocionada Batalla de los Billonarios, por ejemplo, la mayor ovación, con diferencia, la recibió el árbitro especial del combate, el legendario Stone Cold Steve Austin. Ni el campeón de la "nueva" ECW Bobby Lashley, ni el campeón Intercontinental Umaga, dos de los luchadores que más push habían recibido por aquel entonces, fueron capaces de generar una reacción que se acercara mínimamente a la que recibió el texano. No creo equivocarme si digo que todos los fans que seguimos en directo el evento pensamos en ese momento que todo el intensísimo trabajo de promoción que WWE había realizado en los meses previos, tratando desesperadamente de obtener una atención masiva hacia este combate, hubiera servido de muy poco de no ser por la presencia de Austin en el mismo. Ni siquiera la, en principio, atractiva storyline que suponía enfrentar al dueño de la WWE Vince McMahon con un personaje tan popular como el multimillonario Donald Trump tiene tanto poder de atracción como la figura de Stone Cold, que es la que finalmente imprimió a la pelea el marchamo de posible clásico Wrestlemania.

Peor aún, los dos combates que decidían el destino de los cinturones principales de la promoción ilustraron todavía más descarnadamente esta diferencia de carisma entre las nuevas estrellas y las leyendas de la WWE. Por segundo año consecutivo, John Cena, el luchador que desde la empresa se ha señalado como nueva estrella principal y campeón indiscutible, se enfrentaba, tan estoica y profesionalmente como es característico en él, al disgusto de una mayoría de aficionados que preferían que su rival (en 2007 el mítico Shawn Michaels, el año anterior el no menos legendario Triple H) se hubiese llevado la victoria. Hace unos cuantos años, una situación como esta hubiese resultado impensable. No es que sea la primera vez que el público de la WWE se rebela contra los planes de la empresa, pero nunca antes el designado como face principal, y por consiguiente portador del derecho a celebrar por todo lo alto la victoria en el main event de Wrestlemania, se había encontrado con que su gran fiesta era coronada con una mayoría de abucheos por parte de los fans. Menos aún que esta situación se dé por segundo año consecutivo. Al menos en 2007 cabe decir que Cena se enfrentaba a otro face de larga y más que meritoria carrera como Michaels, pese a que el comportamiento de este durante el feud que precedió a su combate en Wrestlemania fuera más bien de heel. Sin embargo, en Wrestlemania 22 la situación fue la misma y Cena se enfrentaba al que durante muchos años había sido el top heel de WWE: Triple H.

Igualmente, en el combate por el World Heavyweight Championship, principal del roster Smakdown!, el campeón y hasta entonces indiscutible top face Batista fue intensamente abucheado por el público, mientras su rival era aclamado de una forma que resultó casi humillante para el bueno de Dave. Cierto es que se medía con el que sin duda es el mayor icono en activo, Ric Flair aparte, del wrestling profesional, al portador del que quizá sea el mejor gimmick de todos los tiempos, al imbatido en Wrestlemania, al luchador que más pasión sigue despertando en los fans, en fin, al Undertaker. Pero no es menos cierto que Batista había sido hasta ese momento el último gran face que la WWE había sido capaz de ofrecer, el único capaz de levantar con casi total unanimidad a miles de personas de sus asientos como los grandes de antaño. Es también verdad que desde el regreso de la grave lesión que le mantuvo fuera de los rings la primera mitad del año 2006, Batista había visto bastante mermada tanto su popularidad como esa dinámica fiereza con la que encaró su primer reign como World Heavyweight Champion. No hay más que recordar el apoyo que su rival en el Royal Rumble de aquel año, Mr. Kennedy, logró arrancar del público. Pero eso no empaña el hecho de que Batista seguía siendo uno de los luchadores más populares de WWE. Por ello, a muchos nos dejó boquiabiertos el modo en que los fans asistentes a Wrestlemania 23 le abucheaban y apoyaban las acciones de su rival. Demonios, no es que apludiesen más al Taker, es que directamente abucheaban a Batista, incluso después de ofrecer, casi contra todo pronóstico, un muy buen combate.


Podría argumentarse, y no faltarían razones para hacerlo, que el público de Detroit se encuentra entre los más exigentes de EEUU. Sin embargo, creo sinceramente que estaríamos esquivando el problema real. Como dije más arriba, lo sucedido en Wrestlemania 23 no fue más que la manifestación más visible de una tendencia que se viene observando en los últimos años. ¿O acaso no recurre continuamente la WWE a las leyendas cuándo necesita darle un empujón a los ratings? Cada cierto tiempo, la WWE se ve obligada a volver a llamar a Foley, a Hogan o Austin para darle a sus programas o PPV un interés que las jóvenes estrellas del roster no son capaces de dar por sí mismas. No pasan demasiados meses sin que veamos a Sgt. Slaughter, Iron Sheik, Jimmy Snuka, Roddy Pipper o Mae Young en algún programa o PPV. Incluso hemos visto como veteranos (Ron Simmons, Dusty Rhodes, Hacksaw Jim Duggan, Tatanka, Chavo Guerrero Sr., Bob Orton o el Road Warrior Animal, pese a que finalmente también todos ellos han sido despedidos tiempo después por diferentes motivos) han ocupado un puesto fijo en el roster.

Desde su retirada, la WWE ha intentado desesperadamente que Chris Jericho vuelva al wreslting o que The Rock ofrezca siquiera breves cameos, no digamos ya la que por mucho tiempo ha sido una permanente obsesión de Vince McMahon por que Bret Hart regresara a la que durante tanto tiempo fue su casa. Una de las grandes esperanzas de la empresa, Randy Orton, fue originalmente pusheado sobre todo por su pertenencia a una saga familiar de luchadores y a su sucesivo enfrentamiento a leyendas del wrestling. El Undertaker o Shawn Michaels han sido apelados por la empresa para que sigan en los main events e incluso tengan un último run como campeones. Hasta al ya anciano Ric Flair se le ha mantenido en PPV peleando por cinturones porque su sola presencia basta para levantar de sus asientos a los aficionados. Reconstrucción de ECW, reuniones de stables, storylines mil veces repetidas (screwjobs, por ejemplo), continuas referencias a pasadas situaciones y grandes nombres del pasado, rumores de regresos sonados...


Son demasiados indicios como para ignorar que el problema existe y que la WWE no está sabiendo atajarlo. Más bien al contrario, la permanente apuesta por la nostalgia en la WWE post Attitude está suponiendo, o eso al menos creo yo, un pilar cada vez más importante en la cada vez más desesperada estrategia de la empresa por recuperar la popularidad perdida desde el final de las Monday Night Wars. Pero a nadie se le escapa que está lejos de suponer una solución a largo plazo. A pesar de que a muchos aficionados veteranos nos da pena ver el estado de algunos de nuestros ídolos masacrados por los años, su sola presencia sigue siendo un poderoso acicate para que muchos continúen viendo la programación de WWE. Que no se me entienda mal, la presencia de los veteranos ha sido una constante en la historia del wrestling. Como managers, comentaristas, ejerciendo labores directivas, de árbitros especiales y muy de cuando en cuando luchando, los veteranos siempre suponían un interés añadido a los programas. Representaban la continuidad del negocio con el pasado glorioso, proporcionaban respetabilidad al presente y al mismo permitía a los clásicos seguir vinculados a la industria y recibir el cariño de un público que no los olvidaba. Ahora bien, antes la presencia de los veteranos era la guinda del pastel, un valor añadido a una programación atractiva por sí misma. En cambio, en la actual la WWE la nostalgia parece una salida fácil a una crisis estructural, un salto hacia ninguna parte, una sobreexplotación del pasado para maquillar un triste presente, quizá a costa del futuro.

¿Cuáles son las causas de esta situación? Sin duda son múltiples y difíciles de aclarar y más aún de solucionar. No me gustaría dejarme llevar por discursos apresurados y en mi opinión erróneos, como el que alude al descenso del talento dentro del ring, algo en lo que estoy en total desacuerdo. En primer lugar porque parte de una apreciación en mi opinión muy sesgada de lo que es el talento, que ahora parece limitado a la técnica luchística, la agilidad voladora o la capacidad de realizar grandes spots. El tipo de discurso que niega que Hulk Hogan, el luchador más importante de todos los tiempos, tuviera talento (¿cómo demonios entonces ha conseguido ser el más famoso luchador de la historia?). No, el wrestling no se limita a eso. El wrestling es entretenimiento, épica, contar una historia. Por eso, por mucho que nos empeñemos, Hulk Hogan ha levantado unas pasiones que un luchador mucho más dotado técnicamente como Kurt Angle nunca ha logrado despertar; por eso Batista ha sido mucho más popular que Shelton Benjamin pese a que muchos prefiramos a este último; y por eso The Sandman es mucho más icono de ECW que Jerry Lynn. Además, ¿acaso es peor Daniel Bryan que Steve Austin?, ¿tiene menos calidad Justin Gabriel que The Rock? Si medimos el talento exclusivamente por los parámetros arriba descritos, la respuesta a ambas es necesariamente negativa. No, el problema es mucho más complejo y más profundo, y debe ir más allá de referencias ventajistas a este u otro luchador, llámese este Cena, Khali o como se quiera. Estamos ante un problema estructural de la WWE, y con ella del negocio entero.