Dios, me va a costar acostumbrarme a ver wrestling sin él
Cada época y cada cultura tienen sus propias formas de organizar el tiempo. La influencia de la industria cultural en la nuestra hace inevitable que uno tienda a medir las etapas de su vida en función de la evolución de las modas, las tendencias y los personajes que van pululando por el imaginario colectivo del mundo globalizado. Por ejemplo, la primera vez que tuve consciencia de haber cerrado una etapa de mi vida fue cuando se retiraron Michel y Laudrup. Hasta entonces nunca había asistido a la retirada de unos jugadores que había visto debutar, nunca hasta aquel momento había sido consciente de haber presenciado el ciclo entero de una carrera deportiva. Desde aquel día no puedo evitar reflexionar sobre mi propia vida cuando cuelga las botas un jugador de fútbol o baloncesto al que he visto dar sus primeros pasos. Sientes que envejeces cada vez que pasa.
Claro, eso me pasa también con el wrestling. Sin embargo, hasta ahora ha sido algo distinto, porque la mayor parte de los luchadores que han significado algo en mi vida o bien debutaron antes de que me enamorara del wrestling (Hulk Hogan, Randy Savage, Ric Flair, Bret Hart...), o bien han tenido retiradas algo prematuras por una cosa o la otra (Steve Austin, The Rock, Edge, Batista...). La sensación de ciclo cerrado, de cierre de toda una era, no es tan fuerte para mí. Sin embargo, según nos acercamos a Wrestlemania XXVIII se va haciendo cada vez más aterradoramente real la retirada de The Undertaker. Y eso ya es harina de otro costal.
Sí, ya sé que dije en otro post que le daba ya por retirado. Pero una cosa es pensarlo y otra experimentarlo, como los problemas que trae escribir un blog. Tío, yo estaba allí el día que The Undertaker debutó en Survivor Series 1990 y aquí voy a estar el día en que definitivamente se marche. Entonces era un niño de once años y hoy soy un hombre de treinta y tres, veintidós largos años entre medias. Y él siempre estuvo allí. Sabías que algún día se marcharía, pero pasaban los años, e incluso las épocas del wrestling, y él permanecía, como una constante. Veintidós largos años. Muchas vidas no duran tanto. Da que pensar.
Cuando le conocí no tenía tanta tinta en los brazos. Parece una tontería, pero a mí me parece importante.
El Taker ha sido la primera leyenda del wrestling que he visto construirse desde los cimientos hasta el pináculo que muy probablemente se colocará en la próxima Wrestlemania. Pero no es sólo por eso que es uno de mis tres luchadores favoritos (como cualquier buen lector del blog sabe, los otros dos son Bret Hart y Ric Flair). No sería justo atribuir mi admiración sólo al tiempo que hemos compartido. Ha demostrado a pulso que merece el lugar de privilegio que ocupa no sólo en mis preferencias (decir "en mi corazón" suena un poco gay), sino en la historia de este bendito deporte-espectáculo.
Hace un tiempo, esa enciclopedia viviente del wrestling que es Jim Ross afirmó en su, por otro lado imprescindible, blog que el legado del Taker era perfectamente comparable al de André el Gigante. Eso fue antes de las tres últimas Wrestlemanias, por lo que creo factible decir a estas alturas que el Taker está incluso por encima, si es posible medir estas cosas. Generó un impacto súbito en la WWE nada más debutar en 1990, cuando todavía Hulk Hogan, Randy Savage y el Ultimate Warrior eran las máximas estrellas de la compañía. Y se va a retirar cuando probablemente John Cena y Randy Orton han pasado el cénit de sus carreras. Entre medias, estuvo allí con la Nueva Generación comandada por Bret Hart y Shawn Michaels, y se codeó con Steve Austin y The Rock durante la Era Attitude. Más de dos décadas y hasta cuatro eras del wrestling han pasado, y no es que él haya estado en todas, es que en todas ha conseguido ser importante, un main eventer, un top draw que dicen los anglosajones. Etapas tan distintas, tan contrapuestas incluso, y él siempre estuvo allí, reinventándose sin dejar de ser él mismo. Yo creo que nadie ha logrado eso en la historia del wrestling, ni siquiera Flair.
La comparación con André no es baladí tampoco. No sólo porque ambos sean big man, quizá los mejores que hayan existido (sí, mejores aún que Vader, Bam Bam Bigelow y Big John Studd), sino porque ambos han jugado un papel análogo en la WWE. Nunca son el "tipo nº1" de la empresa, pero siempre están allí. Casi nunca son campeones, porque lo son en el corazón de la gente. Son el luchador que todos temen, el que porta el aura de invencibilidad, al que hay que llamar cuando las cosas se ponen feas, al que parece que sólo puedes doblegar luchando al 150 por ciento, con una buena dosis de suerte o de juego sucio (de ahí que no suela convenir que porten los cinturones máximos). Es el luchador que mide a todo el que esté dispuesto a destacar en una promoción de wrestling, el que construye a los demás como leyendas, el aspirante siempre presto a dar credibilidad a cualquier campeón. Toda gran compañía necesita un tipo así. Mad Dog Vachon fue ese tipo durante gran parte de la historia de la mítica AWA. Vader y antes Stan Hansen han jugado ese rol en varias empresas japonesas. Sting lo hizo en la WCW de los 90. Tazz lo fue en la ECW original. André tuvo esa responsabilidad en la WWE de los 70 y 80, y después el Taker le cogió el testigo en las dos últimas décadas. Y lo ha hecho mejor que ninguno de los anteriores, en mi opinión.
Esa mirada feroz... que difícil es ver esta implicación con el gimmick entre los luchadores actuales.
Tengo por otra parte la impresión de que el Taker es un producto de la suerte, entendida como la entiendo desde que vi el fabuloso documental El Chico que Conquistó Hollywood: como un encuentro entre la oportunidad y el talento. No creo equivocarme si digo que lo que Vince tenía en mente cuando contrató a Marc Calaway era que sirviera como el enésimo grandullón que lanzar a sus musculadas estrellas principales, antes de perder interés a ojos de los aficionados. Al fin y al cabo eso es lo que había hecho en la USWA y la WCW, dónde había servido de amenaza creíble para Jerry Lawler y Lex Luger, para luego desaparecer sin dejar una huella especial en ambas empresas. Pero resultó que Calaway tenía más talento dentro de lo que nadie podía imaginar, y que además se encontró con un caramelo: un gimmick tremendamente atractivo y con el que el joven Marc se comprometió plenamente, haciéndolo por completo creíble, quizá consciente de que era su gran oportunidad.
Los aficionados nos dimos cuenta enseguida de que el Enterrador era algo especial. La agilidad y velocidad que demostraba pese a su tamaño y fuerza, con aquellos vuelos y sus paseos por la tercera cuerda, le hacían un luchador a tener muy en cuenta. Y ese aura oscura, terrorífica... ¡cómo acojonaban esos ojos en blanco, esa música funeraria, ese Paul Bearer con sus muecas dementes! El público empezó a ser consciente de que no estábamos ante otro grandote torpón y Vince empezó a pushearlo en consonancia. Al poco encerró al Ultimate Warrior en un ataúd tras atacarle por la espalda en un ángulo absolutamente memorable (no en vano ganaron con toda justicia las votaciones a mejor feud de 1991 de la revista Pro Wrestling Illustrated) y después derrotó al mismísimo Hulk Hogan en Survirvor Series 1991 para ganar su primer campeonato. El Taker había venido para quedarse, y las caras de todos aquellos niños llorando por el inesperado resultado quedó como perverso testimonio para la historia.
Durante un momento, al perder rápidamente el cinturón y no ser importante en el legendario Royal Rumble 1992 donde el campeonato vacante estaba en juego, pudo parecer que en efecto su estrella se apagaría. Pero sucedió que Vince no tuvo más remedio que hacerle face, habida cuenta de su inmensa popularidad entre los aficionados. Por fortuna, lo oscuro de su personaje hacía imposible que le volvieran un chico bueno al uso, perdiendo aquello que hacía que los fans le adorasen. Los 90 avanzaban, y con ellos el gusto por los anti-héroes, por personajes de moralidad ambigua y mucha mala baba, como mostraba ya entonces lo over que el Taker estaba con el público. Paul Heyman lo entendió antes que nadie, pero a Vince le costó llegar a 1997 y la casi desaparición de la WWE hacerlo.
No, el Taker no es un grandullón más.
El resto, como quién dice, es historia. La leyenda se fue agigantando año a año, storyline a storyline, combate a combate. No hay muchos que duden a día de hoy que el Undertaker es el mejor gimmick de la historia del wrestling, y es que no hay, ni de lejos, ningún otro luchador que haya desarrollado a su alrededor una mitología tan rica y variada: el gong, la entrada con las luces apagadas, la música funeraria, Paul Bearer, la urna, los ataúdes, los druidas, Mankind, Kane, la racha invicto en Wrestlemania, los juegos mentales, el fuego, la sangre, el Ministry of Darkness, las crucifixiones, los casket, buried alive, inferno o last ride matches... Tantos y tantos detalles que han ido añadiendo grandeza a su saga. Incluso los puristas gruñones del Wrestling Observer Newsletter tuvieron que reconocerlo premiándole cinco años consecutivos, mucho más que cualquier otro anterior o posterior, como mejor gimmick del año.
De vez en cuando uno se para a pensar y no puedes evitar tener la incómoda impresión de que en realidad el Taker y todo su universo no son más que la muestra más gigantesca de wrestlecrap de todos los tiempos. Magia, poderes sobrenaturales, seres del infierno, resurrecciones... ¡buff! Pero luego piensas, ¿entonces cómo es que el Undertaker lleva dos décadas siendo uno de los luchadores más populares del mundo?, ¿por qué nos seguimos tragando todo esto?, ¿por qué seguimos enloqueciendo al escuchar el gong? Pues porque esa es su grandeza, hacer que no sólo te creas, sino que flipes en colores con algo tan absurdo, con una peli de terror de serie-menos-que-z. Es wrestling puro: ilusión, magia, espectáculo y de vez en cuando hostias simuladas. Algo que apela a la pasión y no a la razón.
Como muestra, la Era Attitude, esa divertidísima etapa en la que el realismo y la ironía dominaban los guiones, en la que los luchadores buenos o malos mostraban cierta doble moral y en la que el todo gimmick que no tuviera relación con el sexo, la juerga o la violencia parecía condenado al fracaso. ¿Cómo iba a encajar el viejo Taker en ese escenario, proviniendo su personaje de una era circense que parecía superada? Pues no sólo lo hizo, no sólo mantuvo su posición de privilegio en la empresa, sino que además vivió algunos de sus mejores momentos como luchador, como el feud con Kane, el ultrafamoso Hell in a Cell contra Mankind en 1998 y sobre todo aquella grandiosa odisea del Ministry of Darkness que logró hacer que prácticamente toda la WWE girase en torno suyo durante buena parte de 1999, ensombreciendo incluso el feud Austin-McMahon gracias a momentos tan awesome (¡adoro esta palabra inglesa!) como la crucifixión de Stone Cold, el rapto de Stephanie McMahon o el ahorcamiento de The Big Boss Man. Después aquel giro inesperado que le redefinió como motero, un gimmick que al parecer tiene mucho que ver con su verdadera personalidad, lo cual estuvo bien durante un tiempo, pero que pedía a gritos una vuelta a las raíces que felízmente se dio (de nuevo, de forma harto molona) en Wrestlemania XX.
El Taker consiguió que ser un fanático religioso también molara.
Cuentan los mentideros además que el Taker es uno de los luchadores más respetados del vestuario. No ahora, por su veteranía, sino que lleva siéndolo desde mediados de los 90. Cuenta Kevin Nash que en torno a 1995 y 1996, mientras él y sus compañeros de The Kliq hacían politiqueo en el backstage, el Taker salía a luchar cada noche infiltrado debido a los enormes dolores que le causaba una lesión de espalda mal curada. Porque él era The Deadman, el invencible, el que levantaba a la gente de sus asientos, y no podía fallar a la empresa en un momento en el que los ratings y la venta de entradas flaqueaban más y más. Ese tipo de gestos son los que hacen que alguien se gane el respeto de sus pares, que al fin y al cabo es la mayor motivación que puede tener un ser humano. Parece también es muy protector con los luchadores jóvenes, tratando siempre de motivarles, enseñarles y cuando toca también de meterles en vereda. No recuerdo a ninguno que haya hablado mal de él.
A veces se ha criticado que el Taker ha perdido pocos combates de forma limpia, sin entender que su papel no puede ser ese. No es un Shawn Michaels o un Ric Flair que pueda perder con continuidad, rehacerse y volver a por sus rivales sin que su estatus mengüe. No, el Taker debe parecer siempre poco menos que invencible, para que así todo aquel que le derrote, o simplemente esté a su altura, vea inmediatamente elevada su posición en la empresa. Yo creo que nunca se valorará lo suficiente lo importante que ha sido para luchadores como Yokozuna, Shawn Michaels, Kane, Mick Foley, Steve Austin, Brock Lesnar, Randy Orton, Batista o Edge. Especialmente en el caso de Stone Cold, porque le confirió una gran credibilidad como campeón en un momento en el que el gran Steve todavía tenía mucho que demostrar como estrella principal de la WWE.
Como luchador es cierto que no dio grandes combates hasta 1996, pero en mi opinión no fue culpa suya. En sus primeros años se veía muy constreñido por el gimmick, con todo aquello de los andares lentos, el poder de la urna y demás... Sus combates estaban sobrebookeados. Además, en una cierta ironía histórica, recogió el testigo de Hulk Hogan como el luchador al que le lanzan todos los tipos grandotes y pesados que ficha la empresa. No podía hacer mucho contra los Gigante Gonzalez, Yokozuna, King Kong Bundy, Mabel, Kama Mustafá y demás bestiajos. Cuando empezaron a dejarle suelto, a partir de 1996, demostró que era más que capaz de dar buenos combates, y de hecho ese mismo año nos ofreció algunos muy interesantes, por ejemplo contra Bret Hart en Royal Rumble, contra Diesel en Wrestlemania y las dos peleas contra Mankind en Summerslam y en el primer Buried Alive Match, que contribuyeron a cementar de inmediato a Foley como main eventer.
De mesías negro a motero, y aún así chanando.
Es una lástima que se perdieran aquellos cinco años largos entre 1990 y 1996 en los que aún se encontraba en la plenitud física que da la juventud, porque está claro que talento y aptitudes tenía. Uno tiene la impresión de que nos perdimos muchos grandes combates en aquella época, por ejemplo ante Scott Hall, al que no recuerdo que se enfrentara en su día, o Bam Bam Bigelow. Sea como fuere, desde entonces el Taker nos ha ido dando más y más combates grandes, con sus dos obras maestras ante Shawn Michaels en dos Wrestlemanias consecutivas como culminación de su histórica trayectoria. Da la sensación de que incluso ha ido mejorando con la edad. A su espléndida capacidad para lucir su gimmick ha ido añadiendo un dominio cada vez mayor de la técnica, la psicología y la habilidad para sacar reacciones del público. Vamos, esas virtudes old school que se están perdiendo aceleradamente en el wrestling.
Es otra de las razones por las que temo su retirada. Cuando él se vaya, sólo nos quedará Triple H como representante de la vieja escuela. No veo ese talento en prácticamente ninguno de los luchadores jóvenes. Lo hay aquí y allá, en un Alberto Del Río, un Cody Rhodes, un Dolph Ziggler, no ciertamente en Daniel Bryan. En cualquier caso, no de forma desarrollada, sin permear toda la perfomance del wrestler, salvo quizá en el caso de CM Punk. Cuando el Taker se nos marche, estará más cerca, mucho más cerca, el final toda una forma de entender el wrestling. MI forma de entender el wrestling. Una manera un tanto amarga de ser consciente del paso del tiempo, ese juez insensible y cabrón que nos acaba enterrando a todos.
Marc, no te vayas nunca. Te necesitamos.
6 comentarios:
Undertaker es uno de esos luchadores que deseas que no se retiren nunca.
Además, es increíble como a lo largo de los años ha seguido ahí dando el callo.
Un genio absoulto del wrestling, que ha mostrado que se puede combinar un buen hacer sobre el ring y una psicología excelente, convenciéndonos como dices, que es capaz de escapar de un ataud o dominar la electricidad. En breves hago una contraentrada en mi blog sobre el tema. Evidentemente sin los conocimientos de wrestling que tu posees, pero desde el corazoncito de alguien que pudo tocar a mark Callaway en Badalona.
De acuerdo con ambos dos. Deseando leer esa contraentrada, Adolfo!
Te dejo aquí mi correo para esa duda que me dices. No sé si sabré responderte, hoy hago 5 meses con el blog y estoy más verde que Trent Barretta (me mola a mí este luchador)
adolfoquinones@hotmail.com
A la fuerza tienes que poder porque lo he visto en tu blog, pero yo no sé ponerlo en el mío. No digo qué es en público porque no quiero que la gente me tome por inútil, jeje.
Anda que no tardó en retirarse mark callaway. Un saludo, profesor.
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