martes, 5 de julio de 2011

Puntualizando el post de ayer...


Como os decía el domingo los primeros textos de este blog son artículos escritos hace un tiempo. En particular el de ayer es bastante antiguo (para lo rápido que se mueve el wrestling). El primer borrador lo escribí poco después de la Wrestlemania 23, cómo habrá podido intuir algún lector avispado. Originalmente se publicó en septiembre de aquel 2007 en Solowrestling.com.

Si comparáis lo que publiqué ayer con la versión original del artículo comprobaréis que existen algunas diferencias. Por supuesto, he corregido errores de redacción y (vergonzosas) faltas de ortografía, pero también he tratado de actualizar el contenido para que no pareciera tan fuera de onda... Obviamente era imposible conseguirlo.

Muchas cosas han pasado desde 2007. Chris Jericho volvió a la WWE a finales de ese mismo año... y ahora vuelve a estar fuera de la empresa. Bret Hart finalmente retornó a la casa madre a comienzos de 2010 y aparece de vez en cuando en la programación y hasta en house shows. Ric Flair tuvo un retiro de ensueño en la siguiente Wrestlemania, aunque cometió la locura de volver al ring a sus más de 60 años en TNA. Shawn Michaels también colgó las botas en Wrestlemania XXVI, no sin antes dejarnos dos últimas obras maestras frente al Undertaker. El grandullón de Death Valley por su parte parece que también está en la recta final de su carrera, a la que probablemente sólo reste un combate final en la Wrestlemania del año que viene. Hasta el mismísimo Triple H se aleja cada vez más de los rings para dedicarse a tareas directivas. Por no mencionar las sorprendentes retiradas de dos de las grandes estrellas de la primera década del siglo XXI: Batista y Edge. De la cuestión PG mejor hablamos otro día...

Esta masiva pérdida de lo que los anglosajones llaman "star power" (o sea, tener en plantilla a luchadores que vendan entradas y suban las audiencias televisivas) ha forzado a la WWE a dar un giro de 180º y darles un push en mi opinión precipitado a muchos jóvenes: Sheamus, The Miz, Jack Swagger, Wade Barrett e incluso el mismísimo CM Punk. Menos Barrett, todos ellos han ganado alguno de los dos campeonatos principales en los últimos años, casi siempre sin estar preparados para asumir una responsabilidad tan grande. En vez de construir estrellas y luego darles un campeonato, les han dado un campeonato para ver si así se hacen estrellas. La casa por el tejado, vamos... Por supuesto, la cosa no ha funcionado demasiado bien.

Cierto es, no es la primera vez en los 2000 que la WWE haya dado push precipitados a estrellas jóvenes. En 2004, el primer run de Randy Orton como campeón absoluto fue simple y llanamente un desastre, entre otras cosas porque el bueno de Randy estaba aún muy verde por aquel entonces. Casi otro tanto podría decirse del exagerado push que recibió en 2007 Bobby Lashley (que ha acabado recordando a otro ilustre afroamericano que fracasó tras recibir una gran promoción: Ahmed Johnson). Y en los primeros 2000 vimos el ascenso meteórico de Kurt Angle y Brock Lesnar, dos tipos que sin duda son la excepción a la regla en cuanto a jóvenes pero sobradamente preparados para el main event. Sus trayectorias posteriores sugieren sin embargo que quizá eran demasiado jóvenes para cargar sobre sus espaldas el legado de los entonces en retirada Steve Austin y The Rock.

Así que en estos años nos hemos debatido entre la marginación a los jóvenes en favor de las leyendas y el ascenso a veces demasiado veloz de esos mismos jóvenes. Ambas decisiones son erróneas, y además suelen sucederse atropelladamente unas a otras. Si se retiran muchas estrellas establecidas, le entrego el título al primero al que le veo posibilidades a ver si me resuelve la papeleta (como ha sucedido tanto a comienzos como a finales de los 2000). Y como no funciona, pues vuelvo a recurrir a las leyendas, que sólo con salir y hacer un par de gestos ya me llenan estadios, algo que lleva pasando todos los 2000, aunque en especial en su tramo medio.


Tomemos el main event de la última Wrestlemania como desgraciado ejemplo de todo esto. Ahí tenemos tres clases de malas decisiones de bookeo puestas sobre un ring: un main eventer absolutamente quemado (Cena), un campeón que ha subido demasiado rápido (Miz) y una leyenda que le de al feud la chicha que no tiene por sí mismo (The Rock). De esos polvos sólo podían salir los lodos que salieron: un luchador retirado robándole el protagonismo a dos de los principales luchadores del presente. De verdad, ¿qué gana la WWE humillando a dos de sus main eventers en favor de un tipo que ya no va a dar mucho más al wrestling en general y a la empresa en particular? Son este tipo de decisiones cortoplacistas las que llevan devaluando el producto de la WWE en la última década.

Y lo más lamentable es que no es la primera vez que pasa, no hay más que recordar el nefasto main event de Wrestlemania IX, sin duda la peor de todos los tiempos, con Hulk Hogan haciendo un ridículo regreso tras un año retirado, para desgracia de los pobres Bret Hart y Yokozuna, entonces estrellas emergentes. Aquello fue un desastre de proporciones épicas que restó mucho más de lo que sumó. Dieciocho años más tarde sorprende que Vince tropiece en la misma piedra.

Y es que el problema real no está en los luchadores, ni de los sobreexpuestos, ni de aquellos que sin duda han sido un tanto marginados de los main events o simplemente de la televisión durante todos estos años. La cuestión tampoco es dar push o dejar de darlo, sino cuándo y cómo. El problema es del ritmo, tempo y modo con el que se crean estrellas y se les sube a los main events. Es ese "timing" el que parece haber perdido la WWE en los últimos años, y por eso no es capaz de crear estrellas a la altura de las leyendas de eras pasadas. De ahí que se haya visto obligada a recurrir continuamente a esas mismas leyendas, para que sigan rellenando el hueco que los jóvenes no son capaces de cubrir por sus propios méritos.

¿Y por qué ha perdido la WWE esa capacidad de generar nuevas superestrellas? De ello hablaremos largo y tendido en este blog, empezando por los dos próximos artículos...

¡Hasta mañana!      

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