Se nos va 2011, un año que para mí ha sido bastante agridulce. He vivido cosas muy positivas y otras terribles. Tranquilos, no pienso aburriros con los dimes y diretes de mi vida personal, sólo quería dejar constancia del hecho. Evidentemente, entre lo más importante que me ha pasado ha sido decidirme a abrir este blog, aunque como bien sabéis también he tenido mis más y mis menos con él. Por fortuna, esta crisis ya pasó (de la otra mejor ni hablamos) y me he decidido a seguir con el blog aunque a mi propio ritmo y siguiendo única y exclusivamente mis propios impulsos y criterios.
Mis fieles lectores sabrán también que tengo debilidad por hacer paralelismos entre la vida "real" y el wrestling, un poco en la escuela de mi queridísimo Nick Hornby con el fútbol en "Fiebre en las Gradas" y con la música en "Alta Fidelidad". Pues bien, como mi propio año, el 2011 en el wrestling ha sido más bien irregular. Las dos principales compañías de lucha norteamericanas, WWE y TNA, dieron en diferentes momentos de estos 12 meses síntomas que nos hicieron concebir esperanzas de un cambio posible, que sus lamentables trayectorias de los últimos años podrían dar el esperado giro de 180 grados que tanto necesitan, y necesitamos los fans. Sin embargo, al final sus inercias negativas resultaron más fuertes, por mucho que la pretendida renovación de sus principales estrellas parezca indicar lo contrario. No hace falta volver a insistir mucho más sobre ello, porque he hablado largo y tendido sobre el proceso en el blog.
Lo admito: soy orgulloso poseedor de esa bellísima camiseta.
Es verdad, lo confieso, me costó coger cariño a Stone Cold. Corría 1997 y mis padres se pusieron el Canal Satélite Digital. Yo llevaba cerca de tres años gastándome auténticas fortunas en VHS y revistas americanas con las que mantener de modo precario mi afición al wrestling, acción incomprendida y recurrentemente criticada por mis padres y en general todo mi entorno. Bueno, ahora pasa lo mismo, pero con esto de Internet te sientes menos solo. El caso es que en Sportmanía, un canal de deportes de la mencionada plataforma digital, ponían RAW y en el canal alemán DSF Nitro y Thunder. Las Monday Night Wars estaban en su apogeo e Internet empezaba a dejar de ser ciencia-ficción. Gran momento para ser fan del wrestling.
Ya en aquellos tiempos cualquiera que tuviera ojos en la cara veía que Stone Cold Steve Austin iba a ser la siguiente gran superestrella y que iba a conseguir el campeonato en Wrestlemania XIV. Las ovaciones que se llevaba cada vez que salía eran absolutamente descomunales, y el push que estaba recibiendo iba en consonancia (¡parecía que estaba en todas partes el muy cabrón!). Pero ahí seguían mis dos luchadores preferidos Bret Hart y The Undertaker, además de otros muy queridos por mí como Owen Hart, The British Bulldog o The Legion of Doom (no desde luego Shawn Michaels, ¡cómo le odiaba por aquel entonces!). Aquel calvorota les estaba robando la estrella a todos ellos, y eso era algo que ni entendía, ni me resignaba a aceptar.
Me costaba reconocer en ese redneck feroz y malcarado al luchador que había conocido como Stunning Steve Austin en la WCW de principios de los 90. Recordaba que en la empresa de Ted Turner, Austin ejercía del clásico heel arrogante pero cobardón. Era un gran midcarder, que orbitaba en torno a los prestigiosos títulos USA y TV, que había tenido un par de buenos feuds con Barry Windham y Ricky Steamboat y que había ejercido un digno papel de segundón en aquella saga de Sting contra la Dangerous Alliance. La verdad sea dicha, apuntaba maneras. Pero en modo alguno llegué a pensar que podía levantar a miles de personas de sus asientos con el simple sonar de unos cristales rotos, menos aún ejerciendo de outlaw con pintas de camionero. ¿Qué había pasado para que se operara semejante transformación?
Es de cuando tanto Schultz como su archirrival Hulk Hogan militaban en la mencionada, y añorada, AWA. Y en ella, como habéis podido comprobar, el Doctor llama marica de forma poco velada a Hulk. Los luchadores de la AWA llegaban a San Francisco, ciudad en la que, según Schultz, Hulk se encontraría muy a gusto. Incluso al bueno de Mean Gene Okerlund, amigo íntimo de Hogan como todos sabemos, le cuesta mantener la seriedad y está a punto de partirse de risa delante de las cámaras.
Es una promo que, por lo que he podido comprobar, condensa a la perfección qué tipo de luchador era David Schultz. Un heel puro, malcarado, chulo, marrullero y con pinta de tener mucha calle. De esos que a los niños les encanta odiar y que los adolescentes y los adultos tendemos más bien a admirar. No hay más que ver la viñeta con la que le presentaban a los fans de la WWF, en la que le mostraban como un padre iracundo y autoritario que finalmente acaba incluso echando a los cámaras de su casa. Algo impensable en los tiempos políticamente correctos que vivimos actualmente:
Por los pocos combates que le he podido ver, su personaje tenía extensión en el ring, en el que ejercía como brawler clásico, de esos que pelean duro y no dan cuartel al rival, que usan objetos y muerden a sus oponentes. Es verdad, ninguna pelea de las que he visto es como para tirar cohetes. Pero siento debilidad por este tipo de luchadores, que quizá nunca alcanzan la excelencia, pero generalmente tampoco aburren. Y sobre todo, me gusta porque Schultz es de esos luchadores que son capaces de hacer que su gimmick tuviera sentido dentro y fuera del cuadrilátero. Disculpadme pero uno es un aficionado old school y echo de menos a este tipo de wrestlers.
Como tantos otros luchadores de finales de los 70 y principios de los 80, David Schultz aprendió el oficio dando tumbos por las diferentes promociones que entonces componían el sistema de territorios, en los que fue labrándose poco a poco un nombre. Destacando en Canadá y algunas promotoras sureñas, a Schultz le llegó su gran oportunidad primero en la AWA (por aquel entonces aún la liga más importante de EE.UU.) y pocos años más tarde al ser uno de los primeros fichajes del entonces joven y ambicioso Vince McMahon para su proyecto de expansión nacional de su empresa, la WWF.
La verdad, no me extraña que McMahon se fijara en Schultz, porque parece haber nacido para pelear en la WWE. Es de ese tipo de wrestlers carismáticos, espectaculares y capaz de cortar promos incendiarias que tanto le gustan al tito Vince. No resulta sorprendente por tanto que en la WWF recibiera un gran push y se situara con rapidez entre los top heel de la empresa, alineándose con ese fabuloso semi-stable que conformaran Roddy Pipper, Paul Ordnorff y Bob Orton, quienes por aquel entonces se alzaban como la mayor amenaza para los top face de la WWF, Jimmi Snuka y el indiscutible campeón y gigantesco draw Hulk Hogan. De hecho, Schultz llegó a disputar un combate contra el gran Hulk por el título en Minneapolis*, en junio de 1984:
Y os preguntaréis, ¿cómo es posible que siendo un luchador que estaba siendo tan importante y que estaba destinado a serlo aún más no sea más conocido a día de hoy?, ¿cómo puede ser que un aficionado veterano al wrestling como yo haya tardado tanto en conocer la existencia de David Schultz?, ¿por qué no está Schultz entre los luchadores más recordados de la década de los 80?
Por desgracia, la carrera de Schultz se truncó cuando tocaba la cima con la punta de los dedos. Como en la canción de Metallica, un momento de furia dio al traste con todo. Era diciembre de aquel año de su consagración, 1984. John Stossel, un popular reportero del programa informativo 20/20 de la cadena estadounidense ABC (algo parecido a "España Directo", aunque más serio) estaba realizando un reportaje sobre el wrestling profesional. Cabe recordar que entonces, al calor de la Hulkmania, el wrestling estaba experimentando un auténtico boom de popularidad en los Estados Unidos, pasando de entretenimiento marginal a fenómeno mainstream. Como todo buen programa de actualidad, 20/20 quiso sacar provecho, para lo cual encargó a Stossel un reportaje que mostrase al gran público los secretos del wrestling. Vamos, un patético intento por demostrar lo tontos que somos los fans del mundillo por creernos que el teatro del ring es tan auténtico como el boxeo. Algo así como convencer a los aficionados a la magia de que los magos no tienen poderes reales, sino que hacen trucos. Típico de quién cree que sabe más que los demás pero en realidad no entiende nada.
Sea como fuere, Stossel quiso hacerse el periodista intrépido y se introdujo en el backstage de un evento de la WWF en el santuario más querido de la compañía, el Madison Square Garden de Nueva York. En un alarde de valentía preguntó a Schultz si el wrestling era falso. Y la respuesta de Doctor Dave fue tan contundente como ruinosa para su carrera.
Las imágenes de Schultz abofeteando a Stossel dieron la vuelta al país, siendo reproducidas por todos los telediarios estadounidenses. Doctor Dave fue suspendido por la Comisión Deportiva del Estado de Nueva York y al poco tiempo despedido de la WWF, que en buena lógica quiso quitarse de encima una mala publicidad que podía haber hecho tambalear sus planes de crecimiento. Y esa es la razón de que Dr. Dave sea hoy casi un fantasma en la historia del wrestling: la WWE se ha empeñado en borrar su figura de la memoria histórica, supongo que para que el tristemente famoso incidente no le vuelva a crear problemas de imagen. Más o menos lo mismo que ha sucedido con Chris Benoit, aunque sus acciones no sean ni remotamente comparables.
Schultz clamó mil veces que habían sido los propios oficiales de la WWF quienes le habían ordenado golpear a Stossel. Después se ha rumoreado que la verdadera causa de su despido fue una pelea real con Mr. T en el vestuario. No sé. Uno es fan de la teoría de la conspiración, y hechos tan extraños como este siempre darán pie a todo tipo de elucubraciones. Pero los años y el oficio científico me han enseñado que a menudo la explicación más sencilla es la más correcta. Así que si me preguntáis os diré que en mi opinión lo único que sucedió fue que a Schultz se le cruzaron los cables en el momento y el lugar menos adecuados. Y en la sociedad en la que vivimos y en un negocio como el wrestling este tipo de errores se pagan muy caros.
En fin, tras el desgraciado incidente del Garden Schultz trató de volver al wrestling, pero ya nunca fue lo mismo. El golpe a Stossel le perseguiría para siempre, viéndose obligado a retirarse poco tiempo después. Pasó el resto de su vida laboral ejerciendo el oficio de cazarrecompensas, algo que en España nos suena tremendamente extraño, pero que en EE.UU. es bastante habitual. Y que nos demuestra que, en efecto, David era un tipo verdaderamente duro.
Una historia trágica, también para nosotros los fans, que nos perdimos a un gran luchador cuando aún estaba en la plenitud de su carrera. ¿Dónde hubiera llegado Doc Dave si no se llega a cruzar John Stossel en su camino? Bueno, hacer hipótesis al respecto es jugar a la historia ficción. Desde luego, decir que nos perdimos a otro Hulk Hogan sin duda es exagerar. Pero no creo equivocarme si digo que Schultz tenía hechuras más que suficientes para ejercer de heel midcarder y puntualmente main eventer durante muchos años. O sea, que podría tener el estatus de un Roddy Pipper, un Greg Valentine o un Don Muraco. Vamos, de leyenda y Hall of Famer en toda regla. Por desgracia, ya nunca lo sabremos.
Quede al menos este homenaje para que, por mucho que se esfuerce Vince McMahon, su figura no se pierda en las nieblas de la memoria. Grande el Dr. David Schultz.
*: Nota friki. Esa velada era importante por ser la primera en la que la WWF hacía en Minnesota, territorio base de la AWA, que como hemos dicho hasta entonces había sido la promoción más importante de los USA. Vince estaba entonces saltándose la regla que prescribía que cada territorio era coto privado de una empresa, o sea que imaginaos lo que suponía "invadir" la ciudad de tu rival y hacerlo con dos ex luchadores de la AWA combatiendo por el título máximo de la WWF como cabezas de cartel. Toda una declaración de intenciones, por no decidir una sacada de churra, con la que Vince mandaba un mensaje claro a todas las promociones rivales: los tiempos han cambiado, voy a por todas.
Incluso un entretenimiento como el wrestling admite pluralidad de gustos. Hay tantos gustos como estilos de lucha diferentes. Algunos prefieren a los luchadores más ágiles y técnicos, otros los grandes y fuertes, otros tantos los espectaculares y carismáticos, y otros como yo preferimos una adecuada combinación de todas estas virtudes. Es difícil encontrar un luchador que todos, absolutamente todos los aficionados coincidamos en admirar y señalar entre nuestros favoritos. Pero si hay uno ese es sin duda Ricky Steamboat.
Como casi todos los fans españoles de mi edad, tuve mi primer contacto con el mundillo en 1990, de la mano de Tele 5. Así que conocí a Ricky Steamboat en su peor etapa, cuando, en uno de sus muchos momentos poco inspirados, Vince McMahon contrató a uno de los más grandes de la historia para llevar un ridículo disfraz y escupir fuego. Aún así, su estilo dentro del ring nos cautivó. Poco después, en un especial navideño, nos ofrecieron su legendario combate con Randy Savage en Wrestlemania III y ya para siempre se clavó en mi retina. Tras su marcha de la WWF seguí su carrera en las Pro Wrestling Illustrated que me compré en aquel tiempo (y que me costaban una pasta, aunque a cambio aprendí mucho inglés intentando entenderlas), alguna de las cuales incluía un especial de Ricky. Allí me enteré de su mítica rivalidad con Flair y de la admiración unánime que despertaban los combates entre ellos, así como de otros feuds legendarios anteriores y posteriores. Por supuesto me esforcé en conseguirlos, gastándome otro dineral en el proceso, algo que en la era de YouTube parece un poco estúpido, pero que en aquel entonces era la única manera de mantener la afición.
En general parece estúpido gastar dinero en comprar cualquier cosa original en estos tiempos (salvo a Sinde y demás tiburones de la SGAE claro está), pero cuando vi que en Silvervision tenían el DVD de Ricky en oferta no me lo pensé. Y creedme que fue un dinero bien gastado.
Desde que vi esto siendo un canijo, no he podido olvidarlo
Este The Life Story of a Dragon tiene la estructura clásica de los DVD editados por la WWE: un primer disco ocupado por un documental y algunos extras, y otros dos llenos de combates. El docu, todo hay que decirlo, dista de ser el mejor que ha editado la empresa de Connecticut. Es bastante corto y en general demasiado apologético, pasando de puntillas por aspectos polémicos, como las razones por las que Steamboat no renovó por la NWA en 1989, tras su antológico feud con Ric Flair. Quizá lo que más aporta es la verdadera razón por la que Ricky perdió con tanta rapidez el título Intercontinental ante un wrestler tan menor como The Honky Tonk Man. Al parecer el siempre familiar Ricky pidió a Vince un tiempo de descanso para poder estar con su esposa durante el nacimiento de su primer hijo, lo que equivalía a renunciar al cinturón Intercontinental.
En general esta es una idea que se repite varias veces en el documental: si Ricky ha acabado un pasito por detrás de los grandes nombres de este negocio pese a su descomunal talento, y a contar con una gran popularidad entre los fans, es porque siempre prefirió mantener una vida familiar sana a alcanzar la cima a toda costa. Al contrario que otros, eligió pasar más tiempo con su esposa y su hijo en vez de estar 300 días al año en la carretera. Además, tomó la sabia decisión de retirarse mientras aún era relativamente joven. Eso ha preservado su cuerpo del maltrato de las lesiones, el dolor constante, los calmantes y los esteroides, lo que por fortuna hace poco probable que su nombre engrose la tristemente larga lista de luchadores muertos antes de tiempo. En fin, un tipo con cabeza, aunque eso le haya costado no estar más alto en el Olimpo del wrestling.
El primer disco se completa con una serie de promos y viñetas extras con entrevistas cortadas del documental. Respecto a las primeras, están bien escogidas y son representativas del personaje, habida cuenta de que el micro nunca fue su fuerte. Las segundas, como casi siempre, sobran por completo y no aportan absolutamente nada.
Aquí en el momento cumbre de su histórica carrera... Que bonito es ese jodido cinturón.
De todos modos, si uno se compra un DVD de Ricky Steamboat es por los combates, y en efecto en esto las expectativas se colman de sobra. Las peleas oscilan entre lo muy bueno y lo absolutamente sublime. La selección es casi perfecta, estando todos los combates que han definido la carrera de este gigante del ring. Mi única duda es la pelea con Don Muraco, porque con la fama que tiene su feud me extraña que sea la mejor posible, pero como no he visto otras de la serie he de dejarlo aquí. Por otro lado, destacar el combate con Jake Roberts, un prodigio de psicología y storytelling, como no podía ser de otro modo teniendo en cuenta los implicados. Le hace a uno añorar tiempos mejores.
La verdad es que ver luchar a Steamboat es una auténtica delicia. Su elegancia y fluidez de movimientos son asombrosas. El mejor armbar, el mejor flying bodypress y el mejor inside cradle de la historia, entre otros muchos moves de una plasticidad tremenda. Cada combate, además, es distinto al anterior, como si repetirse fuera pecado. De hecho, creo que en cada pelea se saca un movimiento que no le habíamos visto en ninguna de las anteriores. La pera, vamos. Pero si algo distingue a un titán como Steamboat de muchos spotmonkeys x-divisioneros de hoy es que todo ese despliegue de talento se pone en todo momento al servicio de la historia que se quiere contar. Cada rival y cada combate tienen su ritmo, su psicología, su punto justo, su sentido propio. Wrestling puro, le pese a quien le pese. En esto Steamboat era un auténtico artista.
¿El mejor feud de la historia? Sí.
Por supuesto, las dos mayores joyas del DVD son sendas peleas de una hora con su archirrival Ric Flair. La primera, de Boogie Jam 1984, sin duda pertenece a otra época. Nada menos que media hora se tira Flair intentando librarse de un headlock de Steamboat, y en ningún momento te aburres. Una habilidad que, maldita sea, se ha perdido hoy día. La única pega es que está sobrecomentado por Steamboat y Matt Striker, que hablan de todo menos del combate, distrayéndote de lo que sucede en el ring. Tenían que haberlos dejado como comentarios alternativos. Por cierto que entre las muchas cosas de las que hablan, algunas más interesantes que otras todo hay que decirlo, está lo que parece el enésimo shoot a Hulk Hogan. Y digo parece porque el siempre elegante Steamboat no explicita el nombre del aludido.
El otro es el combate a tres caídas de Clash of the Champions VI, segundo de la mítica trilogía de 1989, y casi desde cualquier punto de vista la mejor pelea de todos los tiempos. Insisto, desde casi cualquier punto de vista, este combate tiene de todo y todo bueno: emoción, técnica, psicología, violencia, storytelling, ritmo, spots… y hasta un final de auténtico infarto. Sesenta minutos que se hacen tan cortos que te hacen incluso anhelar más.
Ricky en sus años mozos
¿Y qué decir del combate con Randy Savage en Wrestlemania III? Ya no es sólo que robaran el show en un día que estaba destinado a que todo girase en torno a la rivalidad entre Hulk Hogan y André El Gigante (que de todos modos también entraron en la leyenda en aquella velada), sino que se permitieron ofrecer el que quizá sea el combate más influyente de la historia del wrestling. En cuestión de ritmo e intensidad desde el primer hasta el último minuto Savage y Steamboat no es que subieran el listón, es que lo hicieron saltar por los aires. Basta ver los combates que se hacían antes y cómo empezaron a hacerse después. A día de hoy muchas otras peleas la han superado en la lista de las mejores de siempre, sobre todo por los escasos quince minutos de los que dispusieron estos dos grandes. Pero sin ella, todos esos combates posteriores no hubieran sido posibles, incluyendo los del propio Steamboat con Ric Flair en 1989.
El último combate es el que disputó con Chris Jericho en Backlash 2009, después de su breve regreso de aquel año. Es un gran combate y en absoluto sobra, pero se nota muy mucho que Steamboat llevaba 15 años retirado. Casi hasta el último momento aguanta bien el tirón y demuestra que el que tuvo, retuvo. Pero ya hacia el final se le ve absolutamente agotado e incapaz de hacer los moves. Aún así, gran esfuerzo de ambos genios.
En resumidas cuentas, un DVD auténticamente imprescindible para todo aficionado a Ricky Steamboat. O sea, para todo buen aficionado al wrestling. No lo dudéis ni un segundo y haceos con él, malditos.